lunes, 3 de octubre de 2011

Análisis 'El Beso de Judas' - Joan Fontcuberta

Definitivamente, la fotografía es un tema en el cual se pueden hacer distintas observaciones y numerosos análisis. Sería difícil empezar por alguno en particular dado que en sí, la fotografía es fundamental en su totalidad. Cada parte de ella y de lo que representa aporta por igual a su causa en general.

Cuando fotografiamos, registramos un momento en particular de la vida diaria. Una pareja besándose, un perro corriendo, aves en el cielo… la lista de posibilidades es interminable. Plasmamos en una imagen un testimonio de lo que nuestros ojos ven y lo mostramos a todo el mundo. Lo que para algunos puede ser rotundamente interesante, para otros no es más que el producto de una persona ociosa y sin ambición. La fotografía tiene la capacidad de apelar por si misma al interés humano. Tiene la habilidad de ser fundamental para algunos y nimia para otros. Es aquí donde una particularidad de la misma entra en acción: la mentira.
Cuando realizamos un disparo y obtenemos el registro de luz sobre los objetos que tenemos por objetivo, tenemos a nuestra disposición una pieza de engaño, un objeto del que podemos extraer miles de historias y anécdotas, puede ser un momento solemne o tan solo un rato aburrido, una explosión de euforía o un grito de sorpresa. La fotografía puede hacernos creer mil historias y hacernos descubrir más allá de nuestras fronteras.

Quiero citar, -como ejemplo- aquella famosa fotografía del niño lamentandose al lado de un buitre, que atrajo numerosa atención internacional y resultó ser una parte de una foto mayor y que ‘exageraba’ la realidad. Todos fuimos engañados por esa foto. Desde que el autor realizó su disparo, tenía el engaño en sus motivos, y todos los que observaron la fotografía fueron cautivados y conmovidos por igual. El fotógrafo, a través de la fotografía, creó una historia que a su vez se explicó y expresó por si misma.

Esto me lleva a hablar de la fotografía como medio de expresión. Una imagen puede transmitir miles de palabras, y –con la idea y situación correctas- podemos en efecto,  crean numerosos relatos cuyo contenido esté ajustado a nuestro sentir y necesidades, y que a su vez la gente, como si se tratara de un producto, apreciará o ignorará.

Nosotros somos los responsables de estas historias, y por tanto, somos empleados de la fotografía, pues a través de nosotros su esencia y mensaje sale a la luz. Esto nos lleva a aquellas situaciones en donde la fotografía sigue siendo considerada un ‘’taboo’’. Puede ser personal o parte de un dogma seguido por grandes multitudes. Al realizar cada disparo nos convertimos en pecadores, quienes rompen con las reglas al captar momentos de la vida real y convertirlos en mentiras, en una alteración de la realidad. Porque eso es lo que observamos a través de una imagen fotográfica.

Es un arte tan maravilloso y diverso por el que, sin duda, vale la pena pecar.

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